Cuenta la leyenda que por el año 813 un ermitaño llamado Pelayo o Pelagio se presentó ante el obispo Teodomiro para relatarle uno hechos asombrosos que llevaba observando varias noches seguidas: Veía salir unas cataratas de estrellas que partían del monte hoy conocido como el Pico Sacro e iban a hundirse en la tierra en un lugar preciso del cercano bosque de Libredón.
El obispo y toda la diócesis quiso conocer el fenómeno y fueron al lugar exacto donde caían las estrellas y, una vez allí convencidos del mensaje celestial que transmitían, talaron esa parte del bosque y removieron la tierra hasta encontrar tres tumbas y unas ruinas con un altar. En la tumba más importante (el Arca Marmórea), encontraron una inscripción que decía: Aquí yace Jacobo, hijo de Zebedeo y Salomé y hermano de Juan”; por tanto todos estuvieron de acuerdo en que se trataba de Santiago y de sus dos discípulos: Teodoro y Atanasio.
El rey Alfonso II y el obispo mandaron construir una capilla para proteger los restos sagrados que comenzaron a realizar milagros y a recibir peregrinos.
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