viernes, 14 de octubre de 2011

LEYENDA DE LOGROÑO

SAN GREGORIO Y LAS LANGOSTAS
Apenas penetraba el peregrino en Logroño, cruzando el puente de piedra sobre el río Ebro, se encontraba con la capilla que se alzó en la misma casa en la que había vivido San Gregorio Ostiense. La capilla tras siglos de deterioro ha sido restaurada, pero resulta imposible de identificar con lo que debió ser en su tiempo. Este sitio tiene su leyenda:
Gregorio era romano, abad del monasterio de San Cosme y San Damián y obispo de Ostia. Discurrían los últimos años del s.XI y sobre la vega riojana y navarra del Ebro había una plaga de langosta que amenazaba con convertir los campos en un erial. El papa Benedicto IX mando al obispo Gregorio a solucionar el problema.
El obispo instó a todos los campesinos a hacer penitencia por sus pecados y organizó una marcha por todos los campos con las reliquias de Emeterio y Celedonio. Milagrosamente, al paso de la procesión las langostas comenzaron a apiñarse en haces que remontaron el cielo y desaparecieron.
El futuro santo decidió quedarse en Logroño y hacer el camino más llevadero a los peregrinos, enseñando a los campesinos y bendiciendo sus tierras.
Poco antes de morir ordenó que montasen su cuerpo en una mula y lo enterrasen donde el animal se detuviera.

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