LA VIRGEN DEL DADO
En los tiempos de las grandes peregrinaciones, mucha gente emprendía el camino no por devoción, si no para aprovecharse de los demás devotos y una de estas formas de aprovecharse era el juego.
León era una ciudad grande con mucha afluencia de peregrinos, por lo que había muchos jugadores profesionales y se decía que este negocio del juego lo regentaba un judío llamado Çag Ben Benin.
Así un día un incauto peregrino cayó en la trampa de una partida que tenía lugar en medio del claustro de la catedral leonesa, tomada sacrílegamente por lo tahúres como centro de sus partidas. Los jugadores profesionales pronto desplumaron al peregrino incauto.
Este muy irritado por sus pérdidas y por las trampas que le habían hecho y que no podía demostrar, se enfureció y lanzó su dado en dirección a la imagen de la virgen del parteluz norte de la puerta del claustro. El dado fue a dar de lleno en el rostro del niño que sostiene la virgen y éste comenzó a sangrar.
Desde entonces, la Virgen luce un dado en la peanilla que sostiene su mano derecha.
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